Desconsuelo venezolano ante los escasos servicios públicos

Desconsuelo venezolano ante los escasos servicios públicos

30 julio, 2019 0 Por admin

Venezuela sufre una completa agonía no hay medicinas ni suministros medicos para operar, “el servicio de agua es pesimo, al ser una zona muy tropical los yacimientos de agua estan casi vacios” indicó un ciudadano de Puerto Cabello, Venezuela.

En cuanto al gas se cuenta con la refineria, más no con los servicios, “la gente ya opto por cortar madera para poder cocinar” señaló.

En cuanto al servicio eléctrico hay un problema con la centrar eléctrica nacional que surte a la mitad del país que tiene una turbina dañada y la otra que funciona cada cierto tiempo.

Existen sitios sin internet, ni línea telefónica, son cortados sin ninguna explicación y “de nada sirve ser potencia petrolera ya que las estaciones de servicio estan cerradas y las que funcionan tienen colas de gente infinitas”

El subterráneo de la capital funciona cuando no hay cortes eléctricos, sin apenas empleados ni controles. Las clínicas están asfixiadas por la falta de personal y medicamentos. Los centros educativos luchan por sobrevivir y la Administración está atravesada por miles de grietas que anticipan un colapso inminente.

Observar la realidad de Venezuela o querer observarla supone un mastodonte que todavía no se ha derrumbado del todo gracias a las infraestructuras heredadas y a la implicación de sus trabajadores.

En los ospitales la gente dura dos días, se dan de alta porque no hay solución ni medicamentos”, los funcionarios tienen que costearse los uniformes y consume su sueldo en transporte.

La gente para ir a sus trabajos camina kilómetros y kilómetros, la mayoría del personal ya se fue, del hospital o del país. Hay tres, cuatro enfermeros por turno, nada más. Debería haber 15. Según la ONU, desde 2015 más de cuatro millones de personas han abandonado Venezuela.

Ese es el año en que el Instituto Nacional de Estadística publicó el último informe completo sobre la población activa: 7,7 millones de trabajadores formales, de los que una tercera parte son empleados públicos, y 5,4 millones de ciudadanos dedicados a actividades informales. Más allá de los datos, la decadencia de los servicios impulsados por la llamada revolución bolivariana, golpeados por una emergencia económica sin precedentes, la corrupción y una hiperinflación sin freno, es otra instantánea de las graves disfunciones de Venezuela.

El Gobierno ha atribuido en repetidas ocasiones el deterioro a la “guerra económica” que, asegura, EE UU libra contra el chavismo. Maduro llegó a hablar de “guerra contra los servicios públicos para hacer ingobernable a un país”.

El pasado mayo, en el primer reconocimiento explícito del régimen del inmenso deterioro, el Banco Central reveló una caída del PIB del 52,3% desde 2013 —cuando Maduro fue elegido presidente— y un aumento de la inflación del 180,9% en 2015 al 130.060% en 2018. “La crisis es estructural, llegó para quedarse”. Esta es la advertencia que hizo el economista Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica. La firma realizó recientemente, tras la primera oleada de apagones, un foro sobre el reto de sobrevivir ante ese colapso

Por eso, el rival de Maduro, Juan Guaidó, jefe del Parlamento reconocido como mandatario interino por la mayoría de los países americanos y europeos, trató de capitalizar el descontento de los trabajadores públicos, de momento con éxito desigual.

La compañía estatal de petróleo era la joya de la corona de Venezuela, país con reservas de crudo por encima de Arabia Saudí, y ahora, tras años de mala gestión y el expolio multimillonario de sus responsables, no logra cubrir ni el mercado nacional.

No importa que tengas una maestría, dos carreras, que hables tres idiomas. Igual a lo mejor no pasas de 120.000 bolívares (diez dólares) mensuales y cobras en una quincena (bono que forma parte del sueldo) 46, 47, 49.000 bolívares”. Los empleados reciben cada dos meses una bolsa de comida “bien equipada”, con “productos de primera”. No es la caja de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, que apenas alcanza para una familia y que periódicamente se reparte en los barrios y entre los trabajadores públicos.

Aun así, el incentivo es insuficiente. Y, ante el temor a las represalias, prefieren irse antes que expresar su hartazgo. Un grupo grande se va de vacaciones y no regresa. Ni siquiera cobran utilidades ni nada. Se van.

Ese dilema entre resistir y quedarse o huir en busca de oportunidades es el que se respiraba hace diez días en la ceremonia de graduación en la Universidad Simón Bolívar (USB), uno de los centros públicos tradicionalmente más prestigiosos del país. La sensación de abandono del campus es total. Más de 200 hectáreas en silencio. La sede queda en una esquina del municipio de Baruta, algo alejada del centro urbano, y ya no hay servicio de transporte para llegar. Ni recursos. Cada día, menos estudiantes y profesores.

Apoyo al Gobierno y Fuerza Militar

El Gobierno de Nicolás Maduro se sirve habitualmente de los empleados públicos (sobre todo del personal de los ministerios) para sus exhibiciones de fuerza en las movilizaciones. Todos están invitados, cuando no abiertamente forzados, a participar en un sistema que sostiene al chavismo y en el que tienen un papel de peso las bonificaciones del Estado y la red de distribución de alimentos básicos de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).

Esa dependencia emana de forma casi exclusiva del Gobierno central, ya que las Administraciones locales apenas cuentan con presupuesto. Su máxima expresión es el sector militar. Las fuerzas armadas y policiales superan, en su conjunto, los 250.000 uniformados. Y a esas cifras se suman alrededor de un millón de milicianos. El estamento militar, el más impenetrable de todas las ramas del sector público, también atraviesa un momento de penuria y dificultades. Más allá del dinero que los soldados rasos puedan lograr con pago de sobornos —como por ejemplo en las gasolineras de Maracaibo—, su salario también asciende a un puñado de dólares.

Por esta razón, Juan Guaidó lleva seis meses tratando de aprovechar su descontento para provocar una ruptura de su cadena de mando. Sus llamamientos han producido miles de deserciones. Sin embargo, esos números no han sido suficientes para forzar una renuncia de Maduro. El último movimiento opositor de impulsar el Tratado Internacional de Asistencia Recíproca, un acuerdo regional que incluye una cláusula de defensa colectiva, fue declarado nulo ayer por el Tribunal Supremo, controlado también por el chavismo.

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